Rotterdam, Den Haag, Groningen…y muchas ganas de seguir aquí.

ROTTERDAM

La pantalla avisaba que la próxima estación era Rotterdam. Y allí me baje.

“Anda, una oficina de turismo dentro de la estación. Compraré un mapa”. Me puse en la cola. Delante de mí unos chicos hablaban español. Me miraron porque sospechaban que era hispanohablante. Me reí cuando se volvieron a su postura inicial. “¿Vais vosotros?”, les pregunté mientras señalaba la ventanilla vacía. Pusieron cara de “sabíamos que hablabas español”. Me volví a reír. “No, no, estamos esperando a esta ventanilla”. Conseguí un mapa. Lo guardé en el bolsillo de atrás. Salí de la estación. Me senté en un muro y me dejé peinar por el viento. Digo peinar porque yo en casa no lo había hecho, y cualquier cosa que me tocara el pelo significaba peinarme. No penséis que voy despeinada por la vida, pero si de algo puedo estar orgullosa es de que tengo una melena que siempre va bien peinada, que casi nunca se enreda y que siempre parece acabada de planchar. “Mejor me hago una trenza. Hace mucho viento hoy”, pensé mientras me abrochaba el jersey tejano. Trenza hecha. “A ver, voy a ver dónde quiero ir”. Saqué el mapa. Perdón, saqué el súper-mapa. Que un poco más y me lo daban en escala real. El mapa empezó a bailar. O a pelearse con el viento que lo azotaba, qué más da. Pero no se estaba quieto. Saqué el boli que tenía dentro del libro que me ha estado acompañando en los súper-trayectos-larguísimos-de-tren y marqué los lugares donde quería ir. Y fui. Saqué un montón de fotos. Llegué a un mercado genialísimo donde encontré un montón de antigüedades que quería comprar. Pero que no compré. Seguí. Encontré paraditas geniales. Qué barato todo allí. Luego vi las casitas cúbicas de Piet Blom y fui. Pagué la entrada del mini-museo (mentira, ni museo ni nada, una casita de tres plantas con alguna decoración para amortiguar el precio y ya) y entré. “¿Pero quién viviría en una casa cúbica? Hay mucho espacio sin aprovechar…” Pensé. Y segundos más tarde un vecino se asomaba por la ventana de la casa de al lado. “Entiendo”. Salí. Y luego anduve y seguí andando, pero no mucho más. Crucé un puente rojo muy genial.  Alguna callecitas. Foto aquí. Foto allá. El cansancio acumulado de toda la semana se empezaba a manifestar. Eran las dos de la tarde y yo ya no quería andar más. Rotterdam no tiene mucha cosa que ver, eso me había dicho y yo lo acaba de comprobar. Y aunque me quedé con ganas de ir al MuseumPark, volví a la estación. Camino a ella se me ocurrió aprovechar la tarde para visitar de paso Den Haag. ¿Cansancio? ¿Qué es eso?

Floating houses
Petita teranyina
I love to go alone but I never feel alone
Rotterdam Train Station
Ole-ole
Piet Blom Cube Houses
Frames
Corner

 

Can you see the house falling? Este Piet Blom! Qué gracioso, oye
Can you see the house falling? Este Piet Blom! Qué gracioso, oye

DEN HAAG

Salí de la estación medio dormida. Y digo medio dormida porque la señora que viajaba unos asientos más adelante se reía de una manera exageradamente molestosa y hablaba a más de 65 decibelios. Y no pude dormir. Estaba cansadísima. Me puse la alarma y todo por si perdía la noción del tiempo y me quedaba dormida. La cosa era seria. “Necesito un café”, pensé. “Pero no de los míos, de esos con leche y sacarina. Necesito un café holandés. De esos negros negros y sin leche ni compasión” así que me acordé de que tenía unos cuantos cupones de  que venían con el billete de tren que incluían un café y algo de comer. Llevaba horas sin comer.  Cogí un sándwich y una botella de agua. Y el café negro, que se lo pedí a la chica de la caja. “4,50€, please” “Can I pay with this card?”, le pregunté esperanzada mientras le enseñaba mi tarjeta “Mm…no”, entonces recordé que ya no me quedaba dinero suelto, así que con el pánico encima y una cola detrás de mí, abrí el monedero y eché todo lo que tenía encima de la caja (mientras la cajera me miraba con cara de “esta me va a hacer un sin-pa y ya le he preparado el café). Salieron los 4,50€. “Doei”, le dije toda orgullosa de mi holandés poco practicado.

El café negro me quemaba las manos. Entre los dientes sujetaba el paquete del sándwich. Buscaba un banco donde sentarme. Todos los bancos ocupados. No tengo más manos. Salí de la estación. “Oye, mira, me siento en el suelo, que total, nadie me conoce”. Vi un montón de bancos bonitos en la puerta de lo que parecía ser un museo que ya estaba cerrado. Me senté. Me acomodé y empecé a tomarme el café. Pasó por al lado mío un chico que parecía que me sonreía. Aparté la mirada. Volví a mirar. Volvió a sonreír. Aparté la mirada para siempre jamás. Me tomé el café. Metí el sándwich y el agua en la mochila. Terminé el café. Demasiado caliente para los 25º que se respiraban en Den Haag. Me fui. “Necesito sacar dinero. Mi madre dice que siempre tengo que llevar dinero suelto en el monedero por si acaso. Y mi madre siempre tiene razón”. Encontré un cajero. Ya me sentía segura. Empecé a andar. Ir a la ciudad fue tan improvisado que ni siquiera pensé en buscar la oficina de turismo para comprar un mapa. Anduve. Anduve bastante como siempre. Y perdí el norte. El sur, el este y el oeste. No sé dónde fui pero sabía que al final de la tarde volvería a la estación. Me dolían los dedos de los pies. Me adentré por calles insólitas. Como siempre. Y luego llegué a lugares bonitos. Y seguí haciendo fotos. Fotos que nunca jamás voy a enseñárselas a nadie. Porque no puedo. Porque las fotos más bonitas, en realidad, no se toman desde una cámara.

Den Haag Central
Rhombus or square?
Survival (Muy fan de Kiosk)
Terrace
Red line moving

GRONINGEN

Paseé por las calles de Groningen con dos chicas realmente geniales. Reímos, hablamos, nos fijamos en los peinados de chicos que se han puesto de moda en Holanda (llegamos a la conclusión de que usan demasiada gomina), subimos 300 escaleras para poder disfrutar de una bonita panorámica de la ciudad, compramos, visitamos tiendas y acabamos cenando juntas. No, en realidad no puedo resumir ese día tan bonito de esta manera tan egoísta, pero sólo puedo decir que fue genial compartir aquel sábado con las hermanas C.; dos chicas que desbordan simpatía y con las que me sentí muy bien arropada en estas tierras tan frías. Gracias!

Framed
Up or down?
Little big details
A time for everything…
Groningen
The doors are open, but you’ll never know unless you try to cross them.
Light

Hace unas horas llegué de tomar un café con una persona que me ha abierto los brazos y las puertas de su casa de un modo increíble. Me siento tan bien con esta familia! Y estoy agradecida por ello. Ni siquiera me he ido y ya me está planeando la próxima vuelta. Si estáis leyendo esto seguramente ya hayáis visto la foto de las puertas, la que dice «The doors are open, but you’ll never know unless you try to cross them» (las puertas están abiertas, pero tú nunca lo sabrás a menos que intentes cruzarlas). Qué gran verdad. No es fácil aceptar retos y comerse el miedo a fallar, pero sin el coraje de querer conocer, aprender y lanzarse a la aventura no estoy segura de que estemos cumpliendo la función de vivir. Que vivir es un verbo. Una acción.

Me encanta cuando alguien me escribe diciéndome que ha leído algún post mío o ha visto algunas fotos. Lo cierto es que WP tiene un crontrol de estadísticas que te muestras la cantidad de personas que han visitado tu blog y desde qué zona del mundo, pero a pesar de ello es mucho más bonito cuando te lo dice alguien directamente. Así que sólo puedo decir gracias una vez más. A todos los que deciden ocupar parte de su tiempo leyendo algo que probablemente sea innecesario en sus vidas. Y gracias a ese par de personitas que estáis ahí siempre.

Un beso especial para mi mami, que dice que «mola» lo que escribo.

Gabriela.

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